Cecilia Pantoja Levi representa uno de los fenómenos más atípicos y sorprendentes de la música popular chilena. Aunque irrumpe como solista en pleno fulgor de la Nueva Ola, alzándose hacia mediados de los años ’60 como la mayor estrella juvenil de la época, su estilo y repertorio no responden a cabalidad al molde del movimiento. Mientras los pares de su generación se limitaban a doblar las canciones de éxito en Estados Unidos o, cuanto más, a proponer un pop ligero y elemental, Cecilia adquirió personalidad propia con un catálogo diverso de canciones que en gran parte bebían de la tradición musical latina y europea.
Bolero, tango italiano, mambo, chachachá y rock’n roll fueron algunos de los estilos con que fue construyendo una identidad musical que no tuvo parangón ni descendencia. Como lo constató a tiempo su productor musical y por entonces director artístico del sello Odeón, Rubén Nouzeilles, Cecilia fue única entre los músicos de su generación. De ahí el nombre de su segundo long play solista, La incomparable (1965), título que en adelante institucionalizó el mote artístico con que se haría conocida entre las masas.
Primeros grupos
La incomparable Cecilia se inicia en el canto a fines de los años ’50 en Los de Tomé, cuarteto melódico formado originalmente por tres hermanos de apellido González y cuyo nombre tributa a la ciudad de origen de sus integrantes. Tras la grabación de un primer y único disco sencillo para el sello RCA, a comienzos de la década de los ’60 el grupo se disuelve, y su voz principal se lanza en solitario junto a un grupo de apoyo vocal que bautiza Los Singers. Con ellos llega en 1962 a los estudios Odeón para grabar su primer trabajo solista, un disco single que, al sumar sus dos caras, combina lo que ya entonces, en pleno despegue de la Nueva Ola, parece irreconciliable: tango italiano («Uno de tantos») y rock’n roll interpretado en idioma nativo («I wanna live»).
Fueron estos los cimientos de la primera gran revuelta de masas generada en Chile en torno a una cantante juvenil. Un par de años después de su debut solista, impulsada por canciones italianas como «Tango de las rosas» (1963), «Aleluya» (1964) y «Baño de mar a medianoche» (1964), Cecilia cobraba una popularidad hasta entonces insospechada para una cantante juvenil. A su manera, el fenómeno de Cecilia fue en Chile similar al que en paralelo provocaron los Beatles en Inglaterra y Estados Unidos. En los años de su reinado (1963-1965), fue ella quien lideró las listas de ventas y popularidad de la prensa y la radio; sus fans se agolpaban por multitudes en las radios, teatros y estadios donde se celebraban sus conciertos; y su nombre encabezó varias de las principales giras organizadas por el país en aquellos años.